Por Rodrigo Botero Montoya

 Sugiero que Colombia es un país burgués, o si se quiere, pequeño burgués, con apego al sistema democrático de gobierno.

Tuve oportunidad de observar las implicaciones de esa relación con el sentido de pertenencia a comienzos de la década de los años sesenta. Por iniciativa de Carlos Díaz Alejandro, ingresé al grupo del exilio cultural cubano en Washington que acudía los domingos al open house presidido por Felipe y Sarah Pazos, de quienes me hice amigo. Felipe Pazos, exgobernador del Banco Central de Cuba, formaba parte del Comité de los Sabios de la Alianza para el Progreso. Su hijo Javier había participado en la lucha armada contra Batista en la columna comandada por el Che Guevara.

Recuerdo una conversación con Sarah Pazos acerca de lo que significaba perder su propio país: ‘Rodrigo, si por algún motivo te aburres en Washington, tomas un avión de Avianca y te regresas a tu país.  Mis hijos no pueden hacer eso.’

Un tiempo después, cuando desempeñé la Secretaría Económica de la Presidencia, la Direccion Ejecutiva de Fedesarrollo y el Ministerio de Hacienda, Carlos Díaz me visitaba con frecuencia, y seguía de cerca mis actividades, con especial interés.  Me di cuenta de que, en forma indirecta, estaba viviendo las experiencias que él hubiera tenido en Cuba en circunstancias diferentes.

Mis amistades venezolanas en el exilio siguen las actividades de la tecnocracia colombiana y las vicisitudes de la economía nacional. Para profesionales con rigurosas credenciales académicas y conocimiento de su país, la pérdida de veinticinco años por cortesía del régimen chavista termina por ser irreversible.  Para efectos prácticos, ellos también perdieron su país.

El sociólogo estadounidense Barrington Moore, autor de Social Origins of Dictatorship and Democracy, enfatiza la importancia del papel que desempeña una amplia clase media como elemento moderador y de estabilización de la democracia. Ausente ese factor de equilibrio y de modulación, el sistema político deriva hacia el autoritarismo. Según él, No Bourgeois, No Democracy. (Sin burgueses, no hay democracia.)

Es poco probable que Fidel Castro o Hugo Chávez estuvieran familiarizados con la obra de Moore. Pero ambos entendían con claridad cuál era la clase social que era necesario eliminar para conformar el tipo de gobierno que se proponían establecer.

Hugo Chávez veía con preocupación la perspectiva de que, al mejorar el nivel de vida de los trabajadores, se aburguesaran y dejaran de apoyar al Socialismo del Siglo XXI.  El régimen que estableció ha encontrado la fórmula para conjurar ese peligro que consiste en un salario mínimo mensual de cuatro dólares.

La clase media educada del país rechaza el intento de llevar a Colombia a navegar en el mismo mar de felicidad al cual Hugo Chávez llevó a Venezuela.  Ese naufragio destruyó riqueza y lanzó al exilio a la cuarta parte de la población.  La burguesía colombiana defiende la democracia y su derecho a seguir siendo relevante.